martes, 1 de septiembre de 2009

Capítulo 2

Me levanté de la cama cuando oí que llamaban al teléfono. Contesté. Era mamá. Nos decía que fuéramos a comer. Le dije que nos habíamos acostado tarde y que ni Matt ni John estaban aún levantados. Ella lo entendió y dijo que fuéramos a comer cuando quisiéramos, ya que iba a dejar la comida preparada. También me dijo que se iría con el coche al centro de la ciudad a hacer la compra, ya que apenas tenía comida en la nevera. Le dije que me parecía bien y colgué.
Volví de nuevo a la habitación para intentar seguir durmiendo, pero el intento fue en vano. Entraba demasiada luz por la habitación, aún con la persiana bajada.
Decidí levantarme. Fui al baño a arreglarme. Cuando me miré al espejo me di cuenta que ni aún poniéndome bastante maquillaje, la cara de resaca no iba a esfumarse como por arte de magia. Después de pegarme una ducha con agua fría, fui a mi cuarto a vestirme. No tenía muchas ganas de estar pensando en lo que me tenía que poner, por lo que cogí el primer vestido veraniego que encontré y eso fue lo que me puse.
Eran ya casi las tres de la tarde. Ya iba siendo hora de que mis hermanos se levantaran. Desde siempre habíamos sido los tres muy dormilones, y más si la noche anterior habíamos salido de parranda.
Fui al comedor y puse la música a medio volumen. A los tres minutos salió John por la puerta de su cuarto.
- ¿Qué es todo ese ruido? – preguntó.
- Esto es música, hermanito. – lo cogí de los brazos y empecé a bailar con él. Pero enseguida me dio un manotazo y salí disparada al sillón. – Que bruto eres. Espero que no trataras así de mal a Sally. – reí.
- ¿Quieres parar ya con lo de Sally? Tan solo es una chica con la que he compartido algo más que palabras. Pero ya está. Eso es todo. Así que deja ya en paz ese tema, ¿de acuerdo? – ahora sí que estaba algo mosqueado. John tenía muy mala leche, y cuando se le despertaba, ese carácter se veía afectado notablemente.

Un poco más tarde apareció Matt por el salón. La cara de resaca que traía era similar a la mía. Fue derecho a la cocina a hacerse una manzanilla. Siempre que se levantaba después de una noche de fiesta hacía lo mismo: su manzanilla para aguantar mejor la resaca del día después. John, lo imitó.
Les comenté lo que mamá me había dicho cuando me había llamado. Ellos dijeron que en esos momentos no les apetecía comer, pero parecía que mi estómago no pensaba de esa manera. Les dije que yo iba a ir a comer a casa. Ellos asintieron y se sentaron en el sofá del comedor.

Cuando fui a casa, mis padres ya no se encontraban allí. Habían salido a comprar comida, como bien me había dicho mi madre. Fui derecha a la nevera, y puede ver que mamá me había dejado preparado un plato de macarrones a la carbonara. Era su especialidad. Me encantaba como le salían. Era una experta cocinera. Desde siempre había querido trabajar en una cocina de algún lujoso restaurante, pero nunca tuvo la oportunidad. Mis hermanos y yo siempre le habíamos dicho que nunca era tarde para estudiar algo, y que se apuntara a una de esas academias de cocina para sacarse el título, pero nunca se animaba. Era una lástima, porque yo sabía que ella valía para esas cosas.
Cogí la fuente de macarrones, y saqué un plato para mí. Los calenté en una sartén, y me puse en el banco de la cocina a comérmelos tranquilamente mientras me venía a la cabeza la imagen de Aaron, el chico que había conocido la noche anterior. Pensé que seguramente no me llamaría. Todos los chicos siempre decían lo mismo: “Ya te llamaré”, pero eso no solía ocurrir muy a menudo.
Cuando estaba recogiendo y metiendo en el lavavajillas lo que había ensuciado, entraron mis hermanos por la puerta de la casa. Se sentaron en la mesa de la cocina.
- ¿Sabes lo que estaría bien, Jess? – dijo Matt.
- Sorpréndeme.
- Que nos calentaras a tus queridos hermanos la comida que nuestra madre ha hecho con tanto cariño y amor.
- Si claro, y yo soy aquí vuestra chacha, ¿no? Que morro tenéis. – dije molesta, pero cogí la fuente de macarrones y los calenté.

Mientras ellos comían, me fui a dar una vuelta por la casa. Como ahora vivía con mis hermanos en la otra casa, no me había molestado en ver esta. Subí las escaleras que separaban el piso de arriba con el de abajo. En la primera puerta se encontraba la habitación de mis padres. Adentrándome en el pasillo vi otras cuatro habitaciones. Una de ellas era el despacho de mi padre, que había adecuado para sus necesidades. Otra era el baño. La tercera estaba vacía. Supuse que mis padres pretendían hacer algo para llenarla, pero aún no tenían pensado el qué. Pero cuando abrí la cuarta me quedé con la boca abierta. En ese cuarto había una tele enorme y unos sillones. Supuse que como a mi padre le encantaba todo el mundo del cine, ahora que tenía espacio en la casa se podía hacer uno.
Bajé de nuevo a la cocina. Mis hermanos aún estaban comiendo, y me senté a ver la tele. Les comenté que después de dormir un rato, podíamos tomar un rato el sol en la piscina que teníamos al lado de la casa.
Y eso fue lo que hicimos. Hacía muy buen día para quedarnos en casa encerrados. Cuando nos metimos en la piscina, Matt comentó cual era el plan de esta noche.
- A mí es que no me apetece mucho salir hoy, ¿o qué? – dije. – Ayer bebí algo más de la cuenta y me duele un poco la cabeza y tengo mal cuerpo.
- Si es que claro, como no estás acostumbrada a salir de fiesta… - dijo John.
- No es que no esté acostumbrada a salir de fiesta, sino a beber. Que ayer me bebí cuatro margaritas de esos. Y como son flojitos… - Matt y John se rieron.
- Pues entonces… - dijo Matt mientras se quedaba pensando unos segundos. – Podíamos alquilar una peli de miedo y verla en la casa, ¿qué pensáis?
- Sí, me apetece. – dijo John. – Como los viejos tiempos, cuando papá alquilaba películas y las veíamos toda la familia en el salón.
- ¿Y en vez de miedo, la peli no podría ser de amor? O una comedia, si es lo que preferís. – los dos se me quedaron mirando. Entonces comprendí que contra dos chicos, una chica no podía competir. Agaché la cabeza en señal de derrota, y supuse que la película sería no de miedo, sino de mucho, mucho miedo.

Cuando salimos de la piscina, fuimos a la casa a ducharnos y arreglarnos. Cogimos el Jaguar de Matt y nos dirigimos al centro de la ciudad. Cuando vimos un videoclub, paramos y entramos a mirar las películas que se encontraban allí. Entre John y Matt eligieron la que quisieron ellos. La pagamos y cogimos de nuevo el coche dirección a nuestra casa. Cuando llegamos allí, papá y mamá ya se encontraban en casa. Habían vuelto de la compra. Decidimos pasarnos para saludarlos, y más que nada para verlos y conversar un rato con ellos.
- ¿Qué tal ayer, hijos? – preguntó mamá mientras ponía lo que había comprado en la despensa. Hacía pocos minutos que acababan de llegar.
- Muy bien, mamá. Conocimos a un chico muy simpático. – dije sonriendo.
- Y parece que John conoció a una chica muy interesante. – dijo Matt, mientras John le miraba con cara de asesinarle en cuanto pudiera.
- ¿Si, cariño? – preguntó mamá a John.
- Si, mamá. - dijo John agachando la cabeza.

Le dijimos el plan que teníamos para esta noche, y a ella le pareció estupendo, ya que cuando salíamos de fiesta ella solía preocuparse bastante, y hasta que no nos veía al día siguiente, no se quedaba tranquila.

Después de cenar, nos fuimos a ver la película a nuestra casa. Me pedí ponerme entre ellos dos en el sofá, para sí tenía miedo cogerme a uno o a otro. Era muy miedica, y más si la película trataba sobre espíritus y todas esas cosas sobrenaturales. En varios sustos de la peli me tuve que agarrar a Matt, y él no hacía más que decir: “No ves que eso es todo mentira”. Pero a mí eso no me convencía del todo.
Cuando terminó, nos fuimos los tres a acostar, pero estuve dando vueltas durante media hora. Y decidí irme a la habitación de John a dormir con él.
- John, ¿puedo dormir contigo esta noche? – le pregunté cuando llegué a su habitación. Él estaba casi en pleno sueño.
- ¿Es que tienes miedo? – preguntó encendiendo la luz del cuarto y sentándose en la cama.
- Sí, mucho miedo. No puedo dormir. Estoy todo el rato dando vueltas.
- De acuerdo, pero no te acostumbres.

Siempre me había llevado mejor con John que con Matt. No es que con Matt me llevara mal, sino que con John tan solo me llevaba dos años, y siempre habíamos compartido más cosas juntos.
Me metí en la cama de John, me acurruqué en una esquina y a penas sin moverme me quedé durmiendo. La cama era bastante grande como para dormir los dos sin molestarnos el uno al otro.
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5 comentarios:

  1. Hola,me encanta la historia,espero que sigais escribiendo y que lleguis lejos la sdos,tanto Leire como Jess
    Besos
    Loka

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  2. Me gustó mucho la historia, aunque van pocos capitulos ya se puso buena.
    Espero que Leire suba capitulos pronto.

    -saludos-
    bss

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  3. ola
    me gusta tu blog
    si kieres pasate x el mio

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  4. Leire tiene razón cuando dijo que tu novela valía la pena, la verdad es que escribes muy bien :)
    Yo también pensé que Aaron iba a ir jeje

    un beso

    PD: te sigo ;)

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