viernes, 11 de septiembre de 2009

Capítulo 5, 2ª parte

Al girarme, descubrí que era Delilah y Nicole, dos de las amigas de Aaron que había conocido hacia un par de noches.
- Hola chicas. – saludé. - ¿Qué hacéis por aquí?
- Hemos venido a pasar la tarde al centro. Y después de tanto andar, nos venido a este bar, que nos encanta. Preparan muy buenos cafés.
- Si, la verdad es que este cappuccino está de muerte. Oye, ¿queréis sentaros aquí conmigo un rato?
- De acuerdo.

Cada una se sentó a un lado de la mesa. Estuvimos hablando durante casi toda la tarde. Comentamos la impresión que les había dado yo a ellas la noche en la que le dije a Carol que yo era la novia de Aaron. Descubrí también, que ambas habían estado saliendo con Aaron, pero durante un corto periodo de tiempo. Me entristecí pensando que Aaron era de los típicos chicos que tenía que estar con alguien. Seguro que si ellas dos habían estado con él, las demás del grupo también habían probado sus labios.

Después de un par de horas hablando sobre diversos temas, les dije que me tenía que ir a casa. Delilah se empeñó en llevarme a casa en el coche, pero me negué. No quería causar molestias. Además, ellas no vivían en el mismo barrio que yo, y debían desviarse de su trayectoria para llevarme a casa. No me pareció conveniente.

Esperé en la parada del autobús hasta que éste apareció. Me senté en unos de los asientos del final. Puse las bolsas en el asiento de al lado. Cogí el iPod rosa que llevaba en el bolso, y me puse a escuchar música. Mi parada no estaba demasiado lejos, a tan solo cuatro o cinco paradas de la que me había subido. Con música, el trayecto siempre se hacía más rápido y más entretenido.

Cuando llegué a casa ya casi era la hora de cenar. En el salón se encontraba John junto con Sally viendo la televisión. Les saludé a los dos, y me fui a mi habitación a colgar la ropa que me acababa de comprar. Me entretuve bastante es la habitación. No es que no quisiera salir al comedor, donde estaba mi hermano con Sally, sino que no lo veía nada conveniente.
Toc, toc. Alguien llamó a la puerta. Contesté con un tímido “adelante”. John entró.
- Jess, Sally y yo nos vamos a ir a cenar a algún bar de por aquí. Sobre las doce vendremos, ¿vale? Así ya nos vamos todos en el coche al pub.
- ¿En el coche de Matt? – pregunté extrañada.
- Sí, porque él se va a ir al cine con Samantha.
- Vaya, parece que sí que le ha dado fuerte con esta chica, ¿no?
- Sí, eso parece. Bueno, le dices a mamá que me ido.
- De acuerdo. No te preocupes. Pasarlo bien.

Cerró la puerta. Oí como ellos salían de casa, y entraba mi hermano Matt en ella. Ambos nos fuimos a casa de nuestros padres a cenar con ellos. La cena fue bastante amena. Los cuatro conversamos acerca de lo bien que nos estábamos adaptando al nuevo entorno. Papá estaba muy contento, y a mamá también se le notaba esa felicidad en la cara.

Fuimos a arreglarnos. Me coloqué la falda que esa misma tarde me había comprado. El vestido lo reservaba para una ocasión especial, y esa noche no lo era.
Sobre las doce aparecieron Sally y John, y todos nos fuimos en el Jaguar de Matt al Dancefloor. Matt, nos dejó en la puerta del pub y se fue a buscar a Sam. Nos dijo que sobre las cuatro de la mañana vendría a por nosotros.
Al entrar al pub, nos dirigimos los tres directamente a la mesa en la que normalmente estaban los amigos de Aaron. Y allí estaban todos riéndose y divirtiéndose. Saludamos a todos y nos sentamos. Yo me coloqué al lado de Nicole y Delilah, y bien alejada de Aaron. No quería estar a su lado, después de lo que me había hecho la noche anterior. Había pasado de mí y no me había contestado al mensaje que le había enviado. Eso me había sentado muy mal, ya que en contestar a un mensaje tan solo puedes perder un par de minutos, no más. Vi como Aaron se quedaba extrañado al ver que me sentaba al lado de ellas, y no al suyo. Me alegré. “Así sabrás que conmigo no se juega” pensé.
Junto con Nicole, fui a la barra del pub a pedirme algo para beber. Nicole tan solo me llevaba un año, en cambio Delilah era de la edad de Aaron. Nicole era muy simpática y siempre tenía una sonrisa en la boca. Pedimos las dos un Cosmopolitan. Nunca había probado esa copa, pero llevaba Vodka y Cointreau, y al parecer era muy dulce, pero algo fuerte.
Nos fuimos a la pista de baile, ya que todas las chicas se habían animado y estaban bailando. Me puse con Nicole a bailar una canción de pachangueo que me gustaba mucho. Mientras todas bailábamos animadas, casi toda la gente del recinto nos miraba boquiabierta. No era muy normal ver a un grupo de chicas de buen ver bailando sensualmente en mitad de un pub en el que apenas la gente se levantaba, tan solo a pedir más copas. Saqué del bolso un cigarro. Busqué desesperadamente el mechero por el bolso, pero no lo encontré. Vi que alguien que acababa de llegar y se había puesto a mi lado me estaba ofreciendo fuego. Era Ryan, uno de los amigos de Aaron.
- Muchas gracias Ryan, no sé donde he metido la mierda de mechero. Siempre lo pierdo. – dije mientras encendía el cigarro.
- De nada. – guardó el mechero en su bolsillo del pantalón. – Bueno, ¿cómo estás?
- Bien. Muy bien, gracias. – le sonreí.
- Me alegro. – él también sonrió. – He visto que no has saludado a Aaron, ¿es que te pasa algo con él?
- Te ha mandado él aquí para que me preguntes esto, ¿verdad? – dije enfadada y pegándole una gran calada al cigarro.
- No, no…nada de eso. Solo que he visto lo que pasaba, y me ha llamado la atención, porque como os lleváis tan bien…
- Mira Ryan, te rogaría que por favor no me hablaras de Aaron, ¿de acuerdo? ¡Oh, dios mío! Necesito un porro, y ya. Voy a pedirle a mi hermano, que tiene.
- No hace falta, yo también tengo. ¿Nos vamos al baño a fumárnoslo? Porque como nos pillen aquí…
- Claro, claro…vamos.

Ambos nos fuimos cerca de los baños. Era un sitio oscuro y donde no había peligro de que la gente nos pillara. Ryan empezó a hacer el porro, mientras me terminaba el cigarro. Me bebí el último trago que me quedaba de mi Cosmopolitan. Le dije a Ryan que iba a la barra a por otro, necesitaba beber algo. Mi boca estaba seca, aunque sería del propio alcohol. En la barra me encontré con Nicole. Le dije de donde venía, y al oír lo que íbamos a hacer dentro de unos momentos, se apuntó. Y es que pertenecer a la clase alta de la sociedad tenía estos problemas: cualquiera podía tomar drogas, y conseguirlas era muy fácil. Hasta yo misma podría conseguirlas, aunque nunca lo había probado.

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jueves, 10 de septiembre de 2009

Capítulo 5

El canto de los pájaros me despertó. Debía de ser algo temprano. Miré el reloj. Tan solo eran las siete de la mañana. Me di media vuelta en la cama e intenté dormirme, pero no lo conseguí. Me levanté, me puse un chándal y salí correr por el barrio. Como aun no me conocía muy bien todas aquellas calles, solo estuve dando vueltas a un par de manzanas.
Después de cerca de una hora corriendo, tuve la necesidad de sentarme en algún sitio. Divisé una fuente con un par de bancos alrededor. Me dirigí hacia aquella zona, y me senté en el primer banco que vi. Puse mi cabeza entre mis rodillas. Estaba algo mareada, pero era normal. Me pasaba siempre que hacia un esfuerzo mayor al que estaba acostumbrada.
- ¿Estás bien? – oí que decía alguien. Levanté la cabeza. Un chico, más o menos de mi edad, se había sentado a mi lado.
- Si, si. Estoy bien gracias. – dije hiperventilando.
- Es que estás algo blanca.
- Ya. Me suele pasar cuando corro. Como no lo hago muy a menudo…
- Entiendo. ¿Necesitas agua o algo? – estaba siendo muy amable conmigo.
- No, de verdad. Estoy bien, gracias. – puse de nuevo mi cabeza entre las rodillas.
- Siento si te estoy molestando. Soy Zeke. – vi una mano cerca de mi cara. Levanté de nuevo la cabeza, y le tendí la mano.
- Yo soy Jess.
- Que raro, llevo aquí en este barrio muchos años y nunca te había visto.
- Es que me he mudado hace unos cuatro o cinco días.
- Ya decía yo. – sonrió. – Bueno, me voy. Yo voy a seguir corriendo. Un placer haberte conocido Jess.
- Igualmente Zeke. – se levantó y se fue.


A los pocos minutos me hice el ánimo, y me levanté para dirigirme a mi casa. Ya eran cerca de las nueve de la mañana, aunque cuando llegué mis hermanos aún no se habían despertado. Encendí la radio y subí el volumen al máximo. En breves, mis hermanos me estaban chillando desde sus respectivas habitaciones. “Levantaos ya” dije mientras bailaba por el comedor.
John fue el primero en levantarse. Se quedó extrañado al verme con el chándal y algo sudada. Le expliqué que me había despertado temprano, y que había aprovechado el frescor de la mañana para irme a correr un rato.
Cuando Matt apareció en el salón poco después, tuve que aclararle la misma duda que le había surgido a John minutos antes. Mientras ellos desayunaban en la cocina, fui a pegarme un baño. Nada sentaba mejor que un baño después de una hora de footing. Cuando salí, me sentí como nueva. Con energías para afrontar el resto del día.
- ¿Puedo traer a Sally hoy a casa? – preguntó John cuando llegué al comedor y me senté con ellos.
- A mí me da igual a quien traigas, porque yo he quedado de nuevo con Samantha. – añadió Matt.
- Bueno, hacer los dos lo que queráis, pero esta noche yo quiero salir. Así que, haber como os lo montáis para luego no estar cansados.
- Que si, pesada. – John me dio un beso en la cabeza mientras yo ponía los ojos en blanco.

A la hora de comer, todos estábamos en la casa con mis padres, como siempre. A penas hacíamos vida con mis padres, y eso a veces me ponía algo triste. Estaba acostumbrada a estar todo el tiempo con ellos, y aunque la libertad que teníamos ahora era de agradecer, en ocasiones me gustaría estar con mis padres.
Sobre las cinco de la tarde, vino Sally a casa. Junto con John, se metieron los dos en la habitación. No quería saber lo que estarían haciendo, aunque era bastante obvio. Matt enseguida se fue con Samantha. Se llevó su flamante Jaguar acompañado de su mejor camiseta unido a unos pantalones vaqueros que le quedaban que ni pintados. Yo decidí irme de compras. Necesitaba ropa nueva, y con la tarjeta de crédito que mi padre me había concedido no había ningún problema. Además, no veía adecuado quedarme en casa en ese momento.

Como el centro estaba algo lejos para ir a pie, y más si ibas sola, decidí coger el autobús. Estaba acostumbrada a que Matt me llevara a todos los sitios que yo deseaba, pero en estos momentos Matt no estaba presente. Y si Matt no podía, cogía mi Vespa rosa, pero tuve un pequeño problema con ella y estaba en el taller arreglándola. Tampoco iba a pedir a mi padre que me llevara. No habría ningún problema, pero no quería molestarlo. Seguro que estaba muy ocupado con algún discurso para el trabajo. Y mi madre…mejor no hablar de mi madre. Seguro que si me llevaba, luego se quedaría conmigo de compras, y era lo último que quería. No me gustaba que mi madre me dijera lo que me tenía que comprar y lo que no. Además, lo que solía comprar no le agradaba demasiado.
En veinte minutos estaba en el centro. Aquella zona de tiendas no la conocía. Era la primera vez que salía por ese sitio, pero no tendría ningún problema. A una chica le dejas en un calle con tiendas, y es la más feliz del mundo. Y más si en el bolsillo tienes una tarjeta de crédito que tu padre te concedió a los 14 años con un crédito demasiado elevado. Nunca había tenido problema en comprarme la ropa que me gustaba.

Entré en la primera zapatería que encontré. Me hacían falta unas zapatillas. Yo siempre solía llevar Converse, y las ultimas que me había comprado, se me habían roto en tan solo un par de meses. Por lo que me compré unas rosas, que me apasionaban, y otras blancas a cuadros. Me encantaba la ropa con cuadros.
La siguiente fue la tienda Jeans. Me compré unos pantalones vaqueros largos de pitillo muy ajustados. Con las Converse quedaban muy bien. Aproveché y me compré además una falda, también vaquera, que realzaba mis delgadas piernas.
Entré en otra tienda bastante conocida, y ahí fue donde vi un vestido que me dejó boquiabierta. Era negro, con un escote impresionante y muy corto. Cuando me lo probé, me di cuenta que de verdad ese vestido me quedaba de infarto. “Cuando me vaya de fiesta, me lo pondré. Seguro que Aaron se quedaba con la boca abierta” pensé. Aaron estaba de nuevo en mi cabeza. No me había contestado al mensaje que ayer le había enviado. ¡Era increíble! Al fin y al cabo, todos los chicos eran iguales.
En la última tienda que entré, me compré un par de camisetas. Pronto empezarían las clases en el instituto, y debería tener ropa suficiente. Aún no tenía ni idea a donde me ingresarían mis padres esta vez. Bueno, a mí y a John. Matt, en cambio, empezaría la universidad pronto. Siempre había querido estudiar Derecho, y ahora le habían aceptado en la universidad que había en la ciudad en donde nos habíamos mudado.

Salí de la última tienda. Estaba algo cansada. Decidí pasarme a algún bar que estuviera cerca de la parada del autobús, para así luego no tener que andar demasiado. Entré en uno que su nombre me resultó algo peculiar: Afrodita. Pasé y me senté en una mesa que había libre, ya que el lugar estaba algo abarrotado. Al parecer, tenía buena reputación. Enseguida vino el camarero. Me tomó nota. Pedí un simple cappuccino. Era el único café que me gustaba. En pocos minutos, estaba tomándome un café caliente y mirando a la gente que me rodeaba. No es que me gustara demasiado entrar a un bar y tomarme algo sola, pero estaba demasiado cansada. “Hola” oí que me decía alguien a mis espaldas.
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PD: Soy Leire. Quería invitaros a que os pasarais por el blog de una muy buena amiga mía. Su nombre es Sara, y escribe una magnífica novela llamada "Burnin'up" Me gustaría que os pasarais, porque no vais a perder el tiempo, y conforme vayais leyendo la novela os quedareis prendidos de sus personajes y enamorados de la forma en la que Sara narra las historias que la protagonista Gabrielle vive.

martes, 8 de septiembre de 2009

Capítulo 4

Cuando me levanté, un pinchazo retumbó en mi cabeza. “Creo que ayer bebí demasiado de la cuenta” pensé. Ese pensamiento se corroboró cuando vi que me había acostado vestida.
Me levanté como pude, dando tumbos de un lado a otro. Mis hermanos ya se habían levantado y estaban tomando el caldo reparador de Matt. Le pedí que me hiciera uno a mí.
- ¿No me jodas que te has acostado con la ropa puesta? – me dijo John.
- Si, hijo, si. No tenía ganas ni de quitarme la ropa. Además, no estaba en condiciones.
- De eso quería yo hablar con vosotros. – dijo Matt. John y yo tragamos saliva a la vez, porque sabíamos lo que nos iba a decir. - ¿Qué mierda tomasteis ayer que ibais tan pasados? – preguntó mirando a uno y después al otro.
- De esto me encargo yo. – dijo John.
- Ya no me digas más. Porros, ¿no? – los dos bajamos la cabeza. – Como hermano mayor tengo que deciros que eso no está bien y que tenéis que dejarlo cuando antes. Pero como amigo os digo que sois unos cabrones. – los dos levantamos de repente la cabeza. - ¿Por qué mierda no me disteis a mi?
- ¿Es que tú también fumas de eso? – pregunté intrigada.
- Hombre, no es que los fume todos los días, pero de vez en cuando…pues sí. Uno al año, no hace daño, ¿no?

Los tres nos reímos. Me gustaba hablar con mis hermanos. Desde siempre habían sido mis mejores amigos, porque nunca había llegado a tener amigos de verdad a causa de las múltiples mudanzas.
Me fui de cabeza a la ducha. Olía mucho a tabaco, y como íbamos a comer con mis padres, quería oler bien. Ellos no sabían que yo fumaba. Me puse el primer vestido que encontré en mi armario: uno bastante corto.
Nos fuimos los tres a comer. Mi madre había preparado un hervido. Parecía que me había leído la mente. Después de una gran fiesta, lo mejor para la resaca era una comida no muy fuerte para el estómago.

Nada más terminar de comer, nos fuimos los tres de nuevo a la casa. John se acostó un rato la siesta. En cambio Matt, me dijo que había quedado a las cuatro con Sam para ir al cine, por lo que en poco tiempo se arregló y se fue.
Me quedé sola en la casa. Enchufé la tele, pero no hacían nada interesante. Mi móvil empezó a sonar. Era Aaron el que me estaba llamando.
- Dime Aaron. – dije.
- Jess, ¿te apetece que nos veamos esta tarde?
- Vale, estaría bien. – le contesté.
- ¿Paso a recogerte a tu casa a eso de las cinco y media?
- De acuerdo. Pero te acuerdas de la calle en la que vivo, ¿no?
- Si, no te preocupes. Me acuerdo. Ahora nos vemos. Un beso.

Colgó. Yo hice lo mismo. Tenía una media hora para arreglarme, así que me puse manos a la obra, quería estar guapa para él.
Pocos minutos después de terminar de arreglarme, alguien tocó el claxon de un coche. Salí de la casa y allí estaba él. Con su Ferrari, esperando que me montara en el coche. Me subí en la parte del copiloto.
- ¿Cómo estás? – me preguntó.
- Muy bien, gracias. ¿Y tú?
- Muy bien, también.

Arrancó el coche. Nos fuimos hacia un centro comercial. Cuando aparcó el coche, y subimos al centro comercial, entramos en un bar en el que estaba bastante lleno de gente. Me dijo que el bar era muy bueno, y que solía frecuentarlo a menudo.
- ¿Qué te apetece tomar, Jess? – me preguntó.
- Una coca-cola. – respondí.
- No estamos para seguir bebiendo alcohol, ¿eh? – se rio. Pidió al camarero la coca-cola y una cerveza para él. - ¿Te has levantado con resaca?
- Si, un poco. Y ayer me acosté con la ropa, así que imagínate. – reí.
- Si, ayer ibas bastante borracha.
- Oye, siento si te dije o hice algo que te molestara, de verdad. De la mayoría de las cosas ni me acuerdo.
- ¿No? – preguntó.
- No.
- ¿Ni tampoco de lo que pasó en la puerta de los baños?
- Si, de eso sí. Como para no acordarme. – él sonrió.
- Siento si te molestó.
- No, no te preocupes. – dije.
- Aunque en el parque me trataste algo mal.
- Lo siento. De eso no me acuerdo. Seguro que actué como una niña malcriada.
- Si, un poco. – le pegué un manotazo en el brazo.
- No te pases. – los dos sonreímos.

Estuvimos un largo rato hablando de la noche anterior. De lo mal que nos habíamos tratado mutuamente, aunque de la mayoría de las cosas no me acordaba. Eso era lo malo de beber tanto.
También hablamos de sus amigos, de lo bien que me habían caído y de lo simpáticos que eran. Le pregunté qué harían esa misma noche, y Aaron me contestó que no estaba seguro, que a lo mejor volvían al pub, aunque tenían ganas de hacer algo diferente, pero no sabían el qué.
Hablando, hablando, no nos dimos cuenta de que el tiempo iba transcurriendo. Cuando miramos el reloj, ya eran cerca de las nueve de la noche, y yo debía irme a casa, porque mis padres iban a estar algo preocupados por mí si mis hermanos iban a cenar y yo no.

Me llevó a casa en su Ferrari. Nos despedimos con un simple “hasta luego” y salí del coche. Me fui directa a la casa a cenar. Mis padres y mis hermanos estaban esperándome. Les expliqué lo que había pasado, y ellos lo comprendieron.
Después nos fuimos a la casa a arreglarnos para salir, pero John y Matt no tenían muchas ganas de fiesta. A mí no es que me apeteciera mucho, pero había quedado con Aaron y me sabía algo mal decirle que no. Aunque pensando en lo que me había echo la noche anterior, no me supo tan mal. Le mandé un mensaje a su móvil diciéndole porque no salíamos por la noche. Él no me contestó. No siquiera un toque. “Ya veo lo que le importo” pensé.
Me acosté y dejé el móvil en la mesita de noche, por si Aaron me contestaba al mensaje bien entrada la noche. Pero esperando a la contestación, me quedé dormida.
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viernes, 4 de septiembre de 2009

Capítulo 3, 3ª parte

Aaron se quedó con cara de duda y desconcierto. No estaba entendiendo nada de lo que estaba ocurriendo. Me fui hacia los lavabos y él me siguió.
- ¿Qué coño te pasa? – me dijo mientras me cogía del brazo. - ¿Se te va la cabeza o qué?
- Pues no, por suerte la cabeza no se me va. – me solté de él y saqué de mi bolso un cigarro y me lo encendí. Le tiré el humo en la cara.
- No deberías fumar esta mierda. – me cogió el cigarro y le pegó una calada.
- ¿Y tú sí? – dije desconcertada mientras le cogía mi cigarro. – Por cierto, no me habías dicho que tenías novia.
- Es que ya no la tengo. Corté con ella hace un par de semanas. Estuvimos dos años juntos. Quería habértelo contado cuando estuvimos hablando la otra noche, pero no tuve la ocasión.
- Menos mal que no la hubo. Mira Aaron, eres un gilipollas, como todos los demás tíos. Pensé que serías diferente, y no sé por qué. Pero ya veo que no. Todos vais a lo que vais.
- Si todos fuéramos a lo que tú dices que vamos, el primer día te hubiera hecho esto. – me cogió la cara con sus dos manos y me besó. Fue un beso largo e intenso. – ¿Lo hice?
- No, no lo hiciste. – contesté casi sin vocalizar. Me había quedado de piedra.
- Pues ya está. Así que se te vaya quitando esas tonterías de la cabeza, ¿de acuerdo? – asentí. – Y por favor, no digas más que eres mi novia, ¿vale? Porque Carol, desde que lo dejamos, lo está pasando bastante mal.
- Vale. Lo siento Aaron. Solo lo hice para hacerte rabiar. Esa era mi intención. – dije arrepentida. Me acababa de dar cuenta de que estaba haciéndole daño.
- Y más vale que te vayas a dormir ya, porque hoy solo vas a crear problemas, Jess. Te lo aconsejo. Vas muy pasada. – le di el cigarro a Aaron y me fui.

Tenía razón, iba algo pasada, pero no me iba a ir a mi casa. La noche era joven, y tan solo eran las tres de la mañana. Desde la barra, vi que Aaron volvía a la mesa con sus amigos, y se sentaba al lado de Carol. Le recorrió su espalda con su brazo, mientras ella sonreía y me miraba. Estaba celosa. Celosa de Carol. ¿Cómo podía ser eso? ¿Me estaba colando por Aaron? ¡Era imposible! Tan solo lo conocía un par de días, o mejor dicho, un par de horas. No me podía creer que me estuviera ocurriendo esto.
Poco tiempo después entró John al pub junto con Sally. Los dos iban cogidos de la mano. John era un Don Juan. Chica que quería, chica que no se le resistía. Y es que John era de los típicos chicos altos, morenos con ojos verdes, como yo. Matt era algo más diferente. Había salido con el pelo de color castaño claro, y los ojos marrones. Pero los tres teníamos el mismo estilo de ojos: rasgados.
John se paseó por todo el pub con Sally, hasta que ambos se dirigieron a la mesa en la que estaba Aaron y sus amigos. Vi como Sally lo presentaba a todos los demás, y él iba saludando uno por uno a todos los pertenecientes a esa pandilla. Me daba envidia. Yo también quería estar con ellos riéndome, pasándomelo bien. Pero tenía la sensación de que no era bien recibida, y menos con lo que acababa de hacer hacía unos veinte minutos. Me estaba empezando a encontrar mal.
Me fui directa a los servicios, y cuando salí del baño, se encontraba Carol fumándose un cigarro dentro de los baños. Yo fui y me lavé las manos.
- ¿Me podrías dar uno? – le pedí. Era la única forma que se me ocurrió de hablar con ella.
- Claro. – sacó de su bolso el paquete y me dio uno. Me lo encendí.
- Gracias Carol.
- ¿Cómo sabes mi nombre? –dijo intrigada.
- Me lo ha dicho Aaron. Oye, siento como me he presentado. También siento haber dicho que era la novia de Aaron cuando no lo era. Es que estaba un poco mosqueada con él, y fue lo único que se me ocurrió. Lo siento, de verdad.
- No pasa nada, Jess. Yo también siento haberte dicho que era su novia, cuando no lo soy. Pero es que es muy difícil, compréndeme. Dos años juntos, compartiéndolo todo. Y de repente, y de buenas a primeras, corta conmigo. Y cuando te vi, enfrente de mí, tan guapa y atractiva, y diciendo que eras su novia, pues pensé en joderte. Y por eso lo dije.
- No te preocupes, Carol. Ya está todo arreglado. Siento mucho que lo dejarais.
- Sí, yo también lo siento. Lo quiero mucho, y me va a costar bastante sacármelo de la cabeza.
- Ánimo, que seguro que hay miles de chicos que se pegan por estar contigo.
- Seguro. – soltó una tímida sonrisa. – Y si tú quieres intentarlo con él, adelante. Yo no quiero ser un obstáculo.
- ¿Intentarlo? ¿Con él? Que va. Nos estamos conociendo, y por ahora solo somos amigos. Y creo que será así durante largo tiempo. – ella sonrió.
- Me alegro de haberlo aclarado, porque pareces buena chavala.
- Y tú también.
- Oye, ¿te quieres venir con nosotros a la mesa? – preguntó mientras apagaba el cigarro.
- Después de la que he montado, no creo que sea bien recibida.
- Ya verás como si, es gente muy maja.
- De acuerdo.

Apagué tan bien mi cigarro y salimos las dos del baño. Mientras me iba acercando a su mesa, el corazón se me aceleraba por momentos. Estaba nerviosa y no sabía por qué.
- Bueno chicos, esta es Jess. – dijo Carol a toda la mesa. – Aunque ya la conocemos. – ella soltó una risita y me cogió de la mano.
- Hola. Encantada. – dije algo tímida y saludando con la mano.
- Ahí está mi hermana. – dijo John gritando. Todos lo miraron, pero él ni se inmutó.
- Bueno Jess, ahí está Tom y a su lado está su novia Martha. – saludé a los dos con la mano. – Estos son Nicole, Ryan, Greg, Kevin y Delilah. Aún falta gente de la pandilla, pero se han ido ya. No te preocupes, ya te los presentaré. – me sonrió. – Bueno, y allí está Sally y Aaron que ya los conoces. – bajé la mirada mientras asentía.
- Ven aquí y siéntate conmigo, tonta. – me dijo Aaron. Fui con él.
- Tenías una novia fantástica. Me la he encontrado en el baño y nos hemos dicho los malentendidos que hemos tenido. Es estupenda.
- Si, la verdad es que sí. Lástima que la llamita que hubo entre nosotros dos se apagara.
- Pues sí. – bajé la cabeza.

Estuvimos con ellos un largo rato. Después vino Matt, al que también le presentaron todos los que había allí. Cuando Carol lo vio, se le iluminó la cara. Parecía que le había caído bien con solo mirarlo.
Sobre las seis de la mañana nos fuimos del pub. Después de intercambiarnos los números con ellos, nos despedimos y nos fuimos. Nos llamarían para quedar mañana todos juntos e irnos a algún sitio.
Nada más llegar a casa me acosté. No me quité ni la ropa. Estaba tan, tan cansada…
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PD:Soy Leire, pero me ha dicho Jess que dijera que muchas gracias por todos los comentarios de apoyo que ha recibido en la entrada anterior. Que ella seguirá publicando, encantada, su novela.

jueves, 3 de septiembre de 2009

Paréntesis*

Hola chicas.
Soy Jess, que he venido a casa de Leire y me he pasado por el blog.
Tan solo quiero decir que esto es una novela, que no está basada en echos reales. Aunque utilice mi nombre para el nombre de la protagonista, lo que cuento no se parece nada a mí. Yo tan solo soy una chica normal de quince años, a la que ni le gusta beber ni fumar.
He leido un comentario en el que dice que si la novela sigue por este ritmo, una chica iba a dejar de leerla. Solo quiero decir que por eso este blog se llama "La Dura Vida de Jess" Porque ella se metera en líos y otras historia, de la que será muy difícil salir. No todo en la vida es de color de rosa.
La historia la quiero escribir así porque casi todas las novelas que leo tratan de lo mismo, y quería que la gente leyera algo diferente, nada más.
Siento si la protagonista bebe o fuma (cigarros o otra cosa), y eso no os gusta.Pero hay que tener en cuenta que en la vida, hay gente de una forma y gente de otra, y por ello hay que respetarla.
Me gustaría que me comentarais al respecto. Si veo que a mucha gente no le gusta este ritmo de la novela y más aún, le disgusta lo que la protagonista pueda hacer o no, lo siento mucho pero tendré que abandonar el blog, pero yo seguiré con la novela hasta terminarla.
Además, pienso que lo que cuento en mi novela no es nada del otro mundo. Mucha gente de nuestra edad lo hace, y lo ve como algo normal.
Bueno, no os entretengo más. Gracias por leer este parrafo.
Un saludo y besitos para todos.

Capítulo 3, 2ª parte

Me pareció muy buena idea, así que nos fuimos a la barra y empezamos a beber margaritas sin parar. Quería coger una buena borrachera para olvidar que Aaron me había dejado plantada. Cuando llevaba cuatro margaritas perdí la noción del tiempo. No tenía ni idea de la hora que podía ser, pero me lo estaba pasando de miedo con John. Siempre estaba haciendo bromas, y juntos nos reíamos de la gente que estaba en la pista bailando y no tenían ni idea de mover el cuerpo. Cuando estábamos juntos los dos podíamos ser demasiados malos, pero no me importaba.
Sacó de nuevo el paquete de tabaco del bolsillo derecho del pantalón y se dio cuenta de que tan solo le quedaba un cigarro. Me dijo que iba a ir a la máquina dispensadora de tabaco que había cerca de los baños. Yo mientras me quedé en la barra mirando el margarita que me acababa de terminar de casi un trago.
Solo pasaron unos minutos, y John estaba de nuevo conmigo en la barra de aquel pub.
- Mira lo que he pillado. – me dijo enseñándome una bolsita de plástico.
- ¿Qué es eso John? - pregunté intrigada aunque ya sabía la contestación. – ¿No será…?
- Si señorita. Es chocolate. He visto a un tío vendiendo cerca de los baños y le he comprado estos veinte euros. – se guardó la bolsa en el bolsillo junto con el paquete de tabaco que acababa de comprar. - ¿Te apetece que nos vayamos fuera y nos fumemos uno?

Nunca me había fumado un porro, pero alguna vez tenía que ser la primera, y que mejor que con mi hermano. Le dijimos a Matt, que aún se encontraba en la mesa hablando con Samantha, que nos íbamos fuera a tomar un poco el aire. Él no sospechó nada.
Cuando salimos del Dancefloor nos fuimos a algún lugar algo apartado de la gente, para que no nos pudieran ver. Encontramos un parque lleno de bancos en el que no había nadie, así que nos dirigimos hacia allí sin pensárnoslo dos veces.
Nos sentamos en el primer banco que vimos y John sacó la bolsa y el paquete de tabaco. Cogió un cigarro, lo abrió y le sacó todo el tabaco, y también cogió la boquilla. Sacó papel del bolsillo, y también la bolsita que contenía el chocolate. Yo nunca había visto a nadie hacerse un porro, y por lo que podía comprobar, mi hermano tenía demasiada soltura en hacerlo, por lo que supuse que no sería la primera vez que se gobernaba uno.
En un par de minutos, John tenía el porro preparado para fumárnoslo.
- John, yo nunca he probado esto. – le dije apoyando mi cabeza en la mano, y el codo en la pierna. Pero con tan mala suerte, que el codo se resbaló y me caí al suelo. John me ayudó a levantarme. Iba muy mareada.
- No me lo puedo creer. Yo llevo fumando esto desde los 14 años.
- ¡Vaya! – dije abriendo bastante la boca.
- Eres de lo que no hay, Jess.

Encendió el porro. Le dio unas cuantas caladas bastantes largas y me lo pasó. Tenía miedo, porque no sabía cómo me podía afectar. Lo miré de más de cerca y lo olí. “No te va a comer”, me dijo John. Le pegué una calada. Sabía muy bien. De repente, noté como el humo entraba por mi garganta, y a los pocos segundos ese mismo humo se me fue hacia la cabeza y me dio un mareo. Pero un mareo bueno, no de los que notas que te vas a desmayar. Le di otra calada, esta vez algo más larga, y los efectos que tuve fueron el doble de fuertes y de duraderos que el de la primera.
- ¿Qué? ¿Te ha gustado, eh? – me dijo John.
- Me ha encantado. No sé cómo no he probado esto antes.
- Pero a Matt ni una palabra, ¿de acuerdo? Que un día me pilló un chivato de estos en mi habitación, y me echo una bronca…
- ¿Pero cuando fue eso?
- Pues cuando tenía 14 años.
- Normal. Ahora no te diría nada. Bueno, eso pienso yo.

Cuando quedaba poco para que se acabara, vimos que entraban al parque dos personas. A penas reconocimos sus caras hasta que no estuvieron enfrente de nosotros. Eran Sally y Aaron.
- ¿Qué haces tú aquí? – dije enfadada.
- Pues que hemos ido a la fiesta que nos habían invitado, y como nos aburríamos hemos venido al pub. – dijo Aaron.
- Y hemos visto a Matt y nos ha dicho que habíais salido a tomar el aire, pero ya veo que mucho aire no estáis tomando, ¿no? – dijo Sally mientras miraba el porro. Yo me di cuenta, le di las dos últimas caladas que le quedaban y lo tiré al suelo.
- Ya. – dije con tono vacilante. – Osea que somos el segundo plato, ¿no Aaron? – dije levantándome del banco y poniéndome delante de él. No sabía porque estaba actuando de esa manera. Yo no era así. Sería por la mezcla del alcohol y del porro. Me cogió del brazo y me llevo unos cuantos metros alejados de John y Sally.
- ¿Qué mierda te pasa? Te avisé de que no iba a ir al pub. – dijo Aaron mientras aún me tenía cogida del brazo.
- ¿Y te piensas que si me avisas a la una ya se va a quedar todo arreglado, no? Eso se avisa con más antelación, porque me has jodido toda la noche. – dije mientras me soltaba de un manotazo.
- Sí, claro. Ya veo como te la he jodido. Te vas con tu hermano por ahí y ya está. Te tomas unas cuantas copas de más, unos porros y contenta. Ya veo, ya.
- Pues sí, algo tenía que hacer, ¿no? No me iba a ir a mi casa porque tú no vinieras. Que tampoco eres tan importante como te crees, ¿sabes?
- Claro que no. Además chavala, no me ralles la cabeza. Que solo nos conocemos de una noche y me hablas como si nos conociéramos de toda la vida. – dijo elevando su tono de voz.
- No te queda a ti, pringado.
- Mira, Jess. Yo solo te quería hacer el favor de presentarme a mis colegas para que tuvieras nuevos amigos aquí en la ciudad, ya que sé lo que se siente al ser nuevo en algún lugar.
- No me vengas ahora con tonterías, Aaron. Que yo sé, seguramente, más cosas de estas que tú, que llevo mudándome de un sitio a otro durante toda mi vida. – le dije gritándole.
- Mira, vamos a hacer una cosa. Haremos como que esta conversación no la hemos tenido. Tú estás muy borracha, y seguramente mañana no te acordarás de esto, y yo haré como que no me acuerdo tampoco, ¿vale? Mañana ya te llamo y quedamos y hablamos más tranquilamente. – se dio media vuelta y se fue hacia el pub.
- Aaron. – le llamé pegando un grito. Él se giró. - ¿No dicen que los borrachos siempre dicen la verdad? – Me envió un beso. Yo besé mi dedo anular, se lo enseñé, me di media vuelta y me fui hacia el banco donde estaba mi hermano con Sally. – John, yo me voy a ir para el pub a bailar un rato, ¿te vienes? ¿O te quedas aquí con la hermana del traidor? – dije mirando a Sally de malas maneras.
- Preferiría que me llamaras por mi nombre, por favor.
- Lo siento, Sally. No nos han presentado. Yo soy Jess, la hermana de John. – me acerqué a darle dos besos.
- Encantada Jess. – dijo ella.
- Nosotros iremos ahora dentro de un rato, ¿vale? – dijo John.
- De acuerdo. Allí os espero.

Me fui hacia el Dancefloor. Cuando entré vi que Matt aun estaba con Sam, pero esta vez no se encontraban en la mesa en donde los había visto la última vez, sino en la pista de baile. Me uní a ellos. Matt me presentó a Sam. Era una chica bastante simpática. Estuve con ellos unos minutos bailando, pero a lo lejos pude ver la mesa en la que estaban los amigos de Aaron, pero él no estaba. Sin pensármelo dos veces me dirigí hacia allí con paso decidido.
- Hola a todos. – dije sentándome al lado de uno de ellos.
- Hola. – me contestaron casi todos con caras de desconcierto mezclado entre desagrado.
- ¿Qué pasa? ¿Es que Aaron no os ha hablado de mí o qué? – todos se miraron sin saber a lo que me estaba refiriendo y algunos de ellos negaron a la pregunta que acababa de hacer. – Pues soy Jess, su novia. – dije con maldad. Se iba a enterar Aaron de con quien estaba jugando.
- ¿Su novia? – dijo una chica rubia y bastante arreglada. – Pero si su novia soy yo. – ¡lo que me faltaba! Encima Aaron tenía novia y la estaba engañando.
- Pues que sepas que te está poniendo los cuernos conmigo. – me salieron las palabras solas de mi boca.
- ¿Qué haces aquí, Jess? – era Aaron. Acababa de hacer acto de presencia en la mesa.
- Hola cariño. – me levanté y sin pensármelo dos veces le planté un beso en la boca. Acto seguido, me fui de allí.
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miércoles, 2 de septiembre de 2009

Capítulo 3

Cuando me desperté en la cama de John, él ya no se encontraba en esta. Me levanté medio somnolienta y me dirigí hacia el comedor de la casa. Allí estaban mis hermanos jugando a la videoconsola.
- ¿Ya estáis aquí de buena mañana? Parece mentira, con lo mayores que sois…
- Y también parece mentira que con 15 años te tengas que ir a la cama de tu hermano porque tengas miedo, ¿o eso es normal? – dijo John.
- Eso es muy normal. – dije cruzándome de brazos, aunque sabía que no lo era.

Me preparé un vaso de leche con galletas y me lo tomé en la mesa del comedor. Mi móvil estaba encima de esa misma mesa. Lo miré para ver si tenía noticias de Aaron, pero nada. No me había llamado nadie. “No te quedes esperando su llamada, porque no vas a volver a saber nada más de él” pensé. Ese pensamiento me entristeció. Aaron me había caído muy bien, y me sentía a gusto hablando con él. Era una lástima que no lo volviera a ver más.

A media mañana John y Matt cogieron el Jaguar y se fueron de nuevo al centro de la ciudad a devolver la película que el día anterior habíamos alquilado. En cambio yo decidí darme una vuelta por el barrio.
Llegué a un parque en el que había muchos niños correteando y jugando sin ninguna preocupación en su cabeza. Sentí que ellos eran felices con poco : con tan solo agua y algo de arena eran capaces de jugar a las comiditas pensando que eran magdalenas de chocolate. Me acuerdo cuando yo también jugaba a esa clase de juegos en el primer barrio donde estuve. Allí hice verdaderos amigos, pero después de tantas mudanzas perdimos el contacto, por desgracia. Me hubiera gustado volver a verlos de nuevo. Pero la vida da muchas vueltas, y hay que asimilar las cosas como vengan.
Estando sentada en el banco, noté que me vibraba el móvil en el bolsillo derecho de mi pantalón. Miré el número: no lo tenía guardado en la agenda. Enseguida pensé que el llamante podría ser Aaron, y no me equivoqué.
- Nena, que ayer no te llamé porque no salimos, nos quedamos en casa de un amigo de cháchara y eso. Espero que no estuvieras esperando mi llamada.
- No, claro que no. – mentí.
- Hemos pensado en ir esta noche de nuevo al Dancefloor, ¿os apuntáis?
- No sé, tengo que comentarlo con mis hermanos. A mí si me apetece. Si vamos ya te doy un toque y te lo digo.
- De acuerdo, Jess. Intenta ir, ¿vale? Tengo ganas de verte. – una tímida sonrisa me salió de los labios.
- Vale. Un beso Aaron.

Colgué. Aaron había dicho que tenía ganas de verme. Me había alegrado el día. Nunca pensé que un chico tan guapo como Aaron fuera a fijarse en alguien como yo. No es que fuera ni fea ni guapa, tan solo me consideraba una chica normal, del montón. En cambio Aaron era un chico alto, moreno, ojos verdes y algo musculoso.
Me quedé un rato más en ese magnifico parque que acababa de encontrar, viendo como los niños se divertían a la vez que se peleaban entre ellos.

Casi a la hora de la comida, vi conveniente volver a casa a comer con mis padres. Cuando llegué vi que el Jaguar de Matt se encontraba en la puerta, por lo que mis hermanos también estaban ya en casa.
Entré con paso decidido y en la cocina pude contemplar a toda la familia ayudando a poner la mesa. Yo hice lo mismo. Mamá me preguntó que donde había estado. Le comenté que había encontrado un parque bastante bonito y que allí me había quedado parte de la mañana. No sé que tenía ese sitio, pero hacía que me relajara.

Cuando volvimos Matt, John y yo a la casa les comenté la conversación que había tenido por teléfono con Aaron. A ellos les pareció muy buena idea lo de salir esa misma noche otra vez. Tenía ganas de conocer gente y empezar a salir con un grupo de amigos grande. Pasábamos mucho tiempo en casa encerrados, y eso para unos adolescentes no es bueno. John insistió bastante en si iba a ir Sally al pub, pero suponía que si Aaron aparecería por allí, ella no iba a faltar a la cita.

Después de cenar nos estuvimos arreglando un gran rato. John quería ponerse lo más guapo posible para ver a Sally. Matt hizo lo mismo ya que quería causarle buena impresión a Samantha, la chica que había conocido hacía dos noches y con la que había intercambiado también los teléfonos. Le había dicho que él iba a estar hoy en el Dancefloor y ella le había contestado que allí estaría, para estar con él. Yo también me arreglé bastante (más que la primera noche) porque sabía que Aaron iba a estar allí, mirándome, hablando conmigo y fijándose en todos los detalles. Además, nos iba a presentar a su grupo de amigos y quería dar buena impresión y caer bien a la gente.

Fuimos hacia el pub andando por la misma razón de hacía dos noches. Estaba un poco lejos, pero como íbamos conversando se nos pasó enseguida.
Entramos en el pub y nos sentamos en la mesa de la primera noche. Miré por toda la sala pero allí no estaba ni Aaron, ni Sally ni ninguno de sus amigos. Pensé que a lo mejor era demasiado pronto como para que hubieran llegado, pero cuando miré el reloj me dí cuenta de que eran pasadas las doce y media de la noche. Eso ya era un poco extraño.
John fue a la barra a pedirnos algo, ya que los tres nos encontrábamos un poco desilusionados. Pasados unos quince minutos entró por la puerta del pub Samantha, la chica con la que había quedado Matt. Ésta le hizo un gesto y Matt se dirigió hacia una mesa en la que estuvieron hablando largo rato.
- Jess, ¿seguro que Aaron va a venir? – preguntó John después de beberse la tercera copa.
- Claro que va a venir. Me ha llamado esta mañana y me lo ha dicho.
- Pues no sé yo, ¿eh?

John se estaba poniendo nervioso porque presentía que hoy tampoco vería a Sally. Se sacó el tabaco del bolsillo derecho del pantalón y se encendió un cigarro. Le pedí que me diera otro. No es que fumara habitualmente, pero si me gustaba fumar de vez en cuando, y mis dos hermanos lo sabían. Solía llevar un paquete en el bolso, pero ya que mi hermano se había sacado el suyo aproveché la oportunidad.
En ese momento, el móvil, que lo tenía encima de la mesa, empezó a sonar. Lo miré. Un mensaje de Aaron. Había guardado su número en la agenda esa misma mañana. En el mensaje ponía que esta noche no se iban a pasar por el pub porque les habían salido otra fiesta y les habían invitado.
Me sentí un poco gilipollas. Cuando me llamó por la mañana había pensado que era un chico legal, y que si decía que por la noche iba a ir al Dancefloor, era que iba a ir al Dancefloor. Pero hoy me había dado cuenta de que Aaron era como todos los demás.
Le comenté la mala noticia a John. A él le cambió por completo la cara. Me dio mucha pena, porque conocía a mi hermano, y sabía que Sally le gustaba mucho. Hasta me atrevería a decir que se había pillado por ella.
- Bueno, ya que ellos no van a salir, ¿vamos a aprovechar la noche no? Que no hemos venido aquí para nada. – dijo John.

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martes, 1 de septiembre de 2009

Capítulo 2

Me levanté de la cama cuando oí que llamaban al teléfono. Contesté. Era mamá. Nos decía que fuéramos a comer. Le dije que nos habíamos acostado tarde y que ni Matt ni John estaban aún levantados. Ella lo entendió y dijo que fuéramos a comer cuando quisiéramos, ya que iba a dejar la comida preparada. También me dijo que se iría con el coche al centro de la ciudad a hacer la compra, ya que apenas tenía comida en la nevera. Le dije que me parecía bien y colgué.
Volví de nuevo a la habitación para intentar seguir durmiendo, pero el intento fue en vano. Entraba demasiada luz por la habitación, aún con la persiana bajada.
Decidí levantarme. Fui al baño a arreglarme. Cuando me miré al espejo me di cuenta que ni aún poniéndome bastante maquillaje, la cara de resaca no iba a esfumarse como por arte de magia. Después de pegarme una ducha con agua fría, fui a mi cuarto a vestirme. No tenía muchas ganas de estar pensando en lo que me tenía que poner, por lo que cogí el primer vestido veraniego que encontré y eso fue lo que me puse.
Eran ya casi las tres de la tarde. Ya iba siendo hora de que mis hermanos se levantaran. Desde siempre habíamos sido los tres muy dormilones, y más si la noche anterior habíamos salido de parranda.
Fui al comedor y puse la música a medio volumen. A los tres minutos salió John por la puerta de su cuarto.
- ¿Qué es todo ese ruido? – preguntó.
- Esto es música, hermanito. – lo cogí de los brazos y empecé a bailar con él. Pero enseguida me dio un manotazo y salí disparada al sillón. – Que bruto eres. Espero que no trataras así de mal a Sally. – reí.
- ¿Quieres parar ya con lo de Sally? Tan solo es una chica con la que he compartido algo más que palabras. Pero ya está. Eso es todo. Así que deja ya en paz ese tema, ¿de acuerdo? – ahora sí que estaba algo mosqueado. John tenía muy mala leche, y cuando se le despertaba, ese carácter se veía afectado notablemente.

Un poco más tarde apareció Matt por el salón. La cara de resaca que traía era similar a la mía. Fue derecho a la cocina a hacerse una manzanilla. Siempre que se levantaba después de una noche de fiesta hacía lo mismo: su manzanilla para aguantar mejor la resaca del día después. John, lo imitó.
Les comenté lo que mamá me había dicho cuando me había llamado. Ellos dijeron que en esos momentos no les apetecía comer, pero parecía que mi estómago no pensaba de esa manera. Les dije que yo iba a ir a comer a casa. Ellos asintieron y se sentaron en el sofá del comedor.

Cuando fui a casa, mis padres ya no se encontraban allí. Habían salido a comprar comida, como bien me había dicho mi madre. Fui derecha a la nevera, y puede ver que mamá me había dejado preparado un plato de macarrones a la carbonara. Era su especialidad. Me encantaba como le salían. Era una experta cocinera. Desde siempre había querido trabajar en una cocina de algún lujoso restaurante, pero nunca tuvo la oportunidad. Mis hermanos y yo siempre le habíamos dicho que nunca era tarde para estudiar algo, y que se apuntara a una de esas academias de cocina para sacarse el título, pero nunca se animaba. Era una lástima, porque yo sabía que ella valía para esas cosas.
Cogí la fuente de macarrones, y saqué un plato para mí. Los calenté en una sartén, y me puse en el banco de la cocina a comérmelos tranquilamente mientras me venía a la cabeza la imagen de Aaron, el chico que había conocido la noche anterior. Pensé que seguramente no me llamaría. Todos los chicos siempre decían lo mismo: “Ya te llamaré”, pero eso no solía ocurrir muy a menudo.
Cuando estaba recogiendo y metiendo en el lavavajillas lo que había ensuciado, entraron mis hermanos por la puerta de la casa. Se sentaron en la mesa de la cocina.
- ¿Sabes lo que estaría bien, Jess? – dijo Matt.
- Sorpréndeme.
- Que nos calentaras a tus queridos hermanos la comida que nuestra madre ha hecho con tanto cariño y amor.
- Si claro, y yo soy aquí vuestra chacha, ¿no? Que morro tenéis. – dije molesta, pero cogí la fuente de macarrones y los calenté.

Mientras ellos comían, me fui a dar una vuelta por la casa. Como ahora vivía con mis hermanos en la otra casa, no me había molestado en ver esta. Subí las escaleras que separaban el piso de arriba con el de abajo. En la primera puerta se encontraba la habitación de mis padres. Adentrándome en el pasillo vi otras cuatro habitaciones. Una de ellas era el despacho de mi padre, que había adecuado para sus necesidades. Otra era el baño. La tercera estaba vacía. Supuse que mis padres pretendían hacer algo para llenarla, pero aún no tenían pensado el qué. Pero cuando abrí la cuarta me quedé con la boca abierta. En ese cuarto había una tele enorme y unos sillones. Supuse que como a mi padre le encantaba todo el mundo del cine, ahora que tenía espacio en la casa se podía hacer uno.
Bajé de nuevo a la cocina. Mis hermanos aún estaban comiendo, y me senté a ver la tele. Les comenté que después de dormir un rato, podíamos tomar un rato el sol en la piscina que teníamos al lado de la casa.
Y eso fue lo que hicimos. Hacía muy buen día para quedarnos en casa encerrados. Cuando nos metimos en la piscina, Matt comentó cual era el plan de esta noche.
- A mí es que no me apetece mucho salir hoy, ¿o qué? – dije. – Ayer bebí algo más de la cuenta y me duele un poco la cabeza y tengo mal cuerpo.
- Si es que claro, como no estás acostumbrada a salir de fiesta… - dijo John.
- No es que no esté acostumbrada a salir de fiesta, sino a beber. Que ayer me bebí cuatro margaritas de esos. Y como son flojitos… - Matt y John se rieron.
- Pues entonces… - dijo Matt mientras se quedaba pensando unos segundos. – Podíamos alquilar una peli de miedo y verla en la casa, ¿qué pensáis?
- Sí, me apetece. – dijo John. – Como los viejos tiempos, cuando papá alquilaba películas y las veíamos toda la familia en el salón.
- ¿Y en vez de miedo, la peli no podría ser de amor? O una comedia, si es lo que preferís. – los dos se me quedaron mirando. Entonces comprendí que contra dos chicos, una chica no podía competir. Agaché la cabeza en señal de derrota, y supuse que la película sería no de miedo, sino de mucho, mucho miedo.

Cuando salimos de la piscina, fuimos a la casa a ducharnos y arreglarnos. Cogimos el Jaguar de Matt y nos dirigimos al centro de la ciudad. Cuando vimos un videoclub, paramos y entramos a mirar las películas que se encontraban allí. Entre John y Matt eligieron la que quisieron ellos. La pagamos y cogimos de nuevo el coche dirección a nuestra casa. Cuando llegamos allí, papá y mamá ya se encontraban en casa. Habían vuelto de la compra. Decidimos pasarnos para saludarlos, y más que nada para verlos y conversar un rato con ellos.
- ¿Qué tal ayer, hijos? – preguntó mamá mientras ponía lo que había comprado en la despensa. Hacía pocos minutos que acababan de llegar.
- Muy bien, mamá. Conocimos a un chico muy simpático. – dije sonriendo.
- Y parece que John conoció a una chica muy interesante. – dijo Matt, mientras John le miraba con cara de asesinarle en cuanto pudiera.
- ¿Si, cariño? – preguntó mamá a John.
- Si, mamá. - dijo John agachando la cabeza.

Le dijimos el plan que teníamos para esta noche, y a ella le pareció estupendo, ya que cuando salíamos de fiesta ella solía preocuparse bastante, y hasta que no nos veía al día siguiente, no se quedaba tranquila.

Después de cenar, nos fuimos a ver la película a nuestra casa. Me pedí ponerme entre ellos dos en el sofá, para sí tenía miedo cogerme a uno o a otro. Era muy miedica, y más si la película trataba sobre espíritus y todas esas cosas sobrenaturales. En varios sustos de la peli me tuve que agarrar a Matt, y él no hacía más que decir: “No ves que eso es todo mentira”. Pero a mí eso no me convencía del todo.
Cuando terminó, nos fuimos los tres a acostar, pero estuve dando vueltas durante media hora. Y decidí irme a la habitación de John a dormir con él.
- John, ¿puedo dormir contigo esta noche? – le pregunté cuando llegué a su habitación. Él estaba casi en pleno sueño.
- ¿Es que tienes miedo? – preguntó encendiendo la luz del cuarto y sentándose en la cama.
- Sí, mucho miedo. No puedo dormir. Estoy todo el rato dando vueltas.
- De acuerdo, pero no te acostumbres.

Siempre me había llevado mejor con John que con Matt. No es que con Matt me llevara mal, sino que con John tan solo me llevaba dos años, y siempre habíamos compartido más cosas juntos.
Me metí en la cama de John, me acurruqué en una esquina y a penas sin moverme me quedé durmiendo. La cama era bastante grande como para dormir los dos sin molestarnos el uno al otro.
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